Los Materialistas y sus Maneras de Pensar
por Allan Kardec.Entre los materialistas, es menester distinguir dos clases: en la primera ponemos a todos aquellos que lo son por sistema; entre éstos no es la duda, es la negación absoluta, razonada a su manera; a sus ojos el hombre no es más que una máquina que marcha mientras está montada, que si se descompone, se detiene y sólo queda de ella después de la muerte el esqueleto.
Cuando hemos dicho que la duda cesa entre los incrédulos en presencia de una explicación racional, es necesario cuando menos exceptuar de ellos a los materialistas, aquellos que niegan toda potencia y todo principio inteligente fuera de la materia; la mayor parte se obstinan en su opinión por orgullo, y creen que su amor propio está obligado a persistir: persisten por y contra todas las pruebas contrarias, porque no quieren quedar debajo.
Con estas gentes no hay nada que hacer; tampoco es conveniente dejarse sorprender por el falso semblante de sinceridad de aquellos que dicen: hacedme ver y creeré. Los hay que son más francos y dicen claramente: vería y no creería.
La segunda clase de materialistas, y de hecho la más numerosa, porque el verdadero materialismo es un sentimiento antinatural, comprende a aquellos que lo son por indiferencia, y se puede decir a falta de otra cosa mejor; no lo son con propósito deliberado, y su deseo es el de creer, porque la incertidumbre es para ellos un tormento.
Al lado de los materialistas propiamente dichos, hay una tercera clase de incrédulos, que aunque espiritualistas, al menos de nombre, no son por eso menos refractarios: estos son los incrédulos de mala voluntad. Les sabría mal el creer, porque esto alteraría su quietud en los goces materiales; temen ver en ello, la condenación de su ambición, de su egoísmo y de las vanidades humanas, de las que hacen sus delicias; cierran los ojos para no ver y se tapan las orejas para no oír. No puede hacerse otra cosa si no compadecerles.
No hablaremos sino de memoria, de una cuarta categoría que llamaremos la de los incrédulos interesados o de mala fe. Estos saben muy bien a qué atenerse sobre el Espiritismo pero, ostensiblemente, lo condenan por motivos de interés personal. Nada hay que decir y hacer con ellos. Si el materialista puro se engaña, hay al menos para él la excusa de la buena fe.
Conceptos Extractados de "El Libro de los Médiums", por Allan Kardec.