Relatos de Quienes Dicen Visto el Infierno
Dicen que vieron montañas inaccesibles, llenas de precipicios, selvas que gemían, pozos sin agua, ríos de sangre, torbellinos de nieve en desiertos de nieve, demonios con diferentes cuerpos, para mejor atormentar a los hombres. Con alas de murciélago, garras de león, boca de tigre y armados de garfios, tenazas candentes, parrillas, fuelles haciendo por eternidad de eternidades con la carne humana el oficio de carniceros, nubes de langostas, de víboras y escorpiones gigantescos. Hasta aquí los teólogos. ¡Qué cuadro tan horroroso, y cuanto valor se necesita para crearlo! Veamos ahora el infierno pagano, pues también tenían su tártaro y su jefe Plutón.
Los poetas Homero y Virgilio nos lo ponen de manifiesto con bastante poesía. La descripción que nace Fénelon en su Telémaco, procedente del mismo origen, es más precisa. Telémaco, dice, vio a Nabofarzan, rey de la soberbia Babilonia, los pueblos de Oriente temblaban al oír su nombre; se hacía adorar en un templo con estatua de oro, y una mujer, a quien amaba, le envenenó, haciéndole ver que no era Dios. Se depositaron sus restos en una urna de oro, pero nadie le echó de menos, y es horrible su memoria hasta para su familia, y le hacen experimentar horrorosos sufrimientos. Jamás, dice, conocí la paz encomiada por los sabios; mi corazón agitado por vehementes pasiones, deseos, temores y esperanzas, solo procuraba embriagarse con el desbordamiento de mis vicios. He ahí la paz que he gozado. Y lloraba como un hombre débil enervado por las prosperidades, y que no está acostumbrado a soportar con firmeza una desgracia.
Los impíos sufrirán la pena de una eterna condenación. Y en el Apocalipsis se dice que el diablo, la bestia, el falso profeta, y todos sus adeptos serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos, sin que haya para ellos ningún reposo de día ni de noche.
Revista La Revelación Año 1872, por Allan Kardec.
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