15 de julio de 2019

No hay Pecado, ni Culpas a Expiar, ni Deudas a Pagar; solo Errores a Corregir

No hay Pecado, ni Culpas a Expiar, ni Deudas a Pagar; solo Errores a Corregir

por Allan Kardec.

Si le quitamos al hombre el espíritu libre, independiente y superviviente a la materia, lo convertimos en una máquina organizada, sin objeto, sin responsabilidad, sin otro freno que la ley civil, y bueno para ser explotado como un animal inteligente. No esperando nada después de la muerte, nada le detiene para aumentar los goces del presente; si sufre, tiene en perspectiva sólo la desesperación y la nada como refugio. Con la certeza del futuro, la de reencontrar a aquellos a los que quiso y el temor a ver de nuevo a aquellos a los que ofendió, todas sus ideas cambian. El Espiritismo, no ha hecho más que sacar al hombre de la duda sobre la vida futura, habrá además ayudado a su mejora que cualquiera de las leyes disciplinarias que lo retienen algunas veces, pero que no le cambian.

Sin la preexistencia del alma, la doctrina del pecado original no es solamente inconciliable con la justicia de Dios, que convertiría a todos los hombres en responsables de la falta de uno solo: sería un contrasentido muy poco justificable ya que, según esta doctrina, el alma no existía en la época a la que se pretende remontar su responsabilidad. Con la preexistencia, el hombre aporta renaciendo el germen de sus imperfecciones, defectos que no corrigió, y que se observan en sus instintos nativos, en sus propensiones a tal o cual vicio. Ese es su verdadero pecado original, y sufre muy naturalmente sus consecuencias, pero con esta diferencia capital que lleva la pena de sus propias faltas, y no la de la falta de otro. Y esta diferencia, a la vez consoladora, alentadora y soberanamente equitativa de que cada existencia le ofrece los medios de ganarse el perdón por la reparación, y de progresar, ya sea librándose de alguna imperfección, ya sea adquiriendo nuevos conocimientos, y esto hasta que estando lo bastante purificado, no necesite más la vida corporal, y pueda vivir exclusivamente de la vida espiritual, eterna y bienaventurada. Por la misma razón, el que moralmente progresó aporta, renaciendo, cualidades nativas, como el que progresó intelectualmente aporta ideas innatas; se identifica con el bien; lo practica sin esfuerzos, sin cálculo y, para decirlo así, sin pensar en ello. El que es obligado a combatir sus malas tendencias está todavía en la lucha: el primero ya venció, el segundo está venciendo. Hay pues virtud original, como hay saber original, y pecado o, mejor dicho, vicio original.

Extractos del Libro "Caracteres de la Revelación Espirita", por Allan Kardec.


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