Desvelan el Misterio de las «Puertas al Infierno»
Un equipo de geólogos ha analizado una cueva en Turquía considerada una puerta al inframundo. Los registros parecen confirmar que no hay nada sobrenatural que explique porque los sacerdotes sobrevivían allí... pero no todos están de acuerdo.
Había viajado a Turquía en busca de su pasado más antiguo. Las ciudades helénicas del país son más numerosas y hermosas que las de Grecia y gozan de una luz que me sorprende por su singularidad. Sus muchas piedras son para viajeros soñadores como yo, una suerte de rompecabezas mágico de cuantos conquistaron, con el paso de los siglos, el territorio de Asia Menor. Recorrí Aspendos, Termesos, Perge, Side o Antalya, esta última fue fundada por Atalo II de Pérgamo, quien ordenó a sus hombres encontrar el «cielo en la Tierra» para erigir allí una ciudad que, con el tiempo, se convertiría en el puerto más importante de la región.
Fue en el templo a Apolo de este Edén grecorromano donde oí hablar –paradójicamente- de la Boca al infierno de Pamukkale, que en turco significa «castillo de algodón». Reconozco que nunca había figurado este destino en el mapa de mis preferencias en Turquía por ser demasiado turístico pero resultó que mi Murath, mi guía, me explicó que sobre las blancas termas del río Menderes, ricas en bicarbonatos y calcio, se erigía la antigua Hierápolis, un importante lugar de veraniego para los nobles de todo el Imperio, que acudían hace 2.000 años –como los turistas de hoy- atraídos por el beneficio de sus aguas. «Entre sus ruinas –me dijo- se encuentra la mítica cueva Plutonio referida por el historiador griego Estrabón como la «puerta al Inframundo». Di un respingo.
El nombre de esta cavidad, deriva de Plutón, el dios del inframundo, que según el historiador eructaba el «aliento de la muerte», matando a todos los que estaban a su alcance, excepto a los sacerdotes que «divinamente inmunes» guiaban a los animales al sacrificio.
La descripción era de lo más certera pues, a principios de 2018, un equipo de vulcanólogos liderado por Hardy Pfanz ha analizado los niveles de CO2 de la cueva y ha constatado que oscila del 4 al 53% en la boca del «infierno», hasta el 91% en su interior, lo que equivale a decir que resulta letal para los seres vivos. El geógrafo griego Estrabón, que vivió entre el año 64 a. C. y el 21 d. C., ya adivinó en su época que esta reacción se relacionaba con la emisión de gas pues dejó escrito: «El espacio está lleno de un vapor tan brumoso y denso que apenas se puede ver el suelo». No obstante, no podía explicar por qué afectaba sólo a los animales y no a los sacerdotes, ¿Era por su divina providencia o que, simplemente, contenían la respiración?
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