4 de agosto de 2019

Todos Tenemos una Función en Relación a Nuestro Adelanto

El Cielo

Todos Tenemos una Función en Relación a Nuestro Adelanto

por Allan Kardec.

Todas las inteligencias contribuyen, pues, a la obra general en cualquier grado que se encuentren, y cada una según la medida de sus fuerzas. Unas en el estado de encarnación, otras en el estado de espíritu. Todo es actividad, desde el pie hasta la cumbre de la escala. Todos instruyéndose, prestándose un mutuo apoyo, dándose la mano para llegar a la cima. Así se asienta la solidaridad entre el mundo espiritual y el mundo corporal, o dicho de otro modo, entre los hombres y los espíritus, entre los espíritus libres y los cautivos. Así se perpetúa y se consolidan, a través de la depuración y la continuidad de las relaciones, las simpatías verdaderas y los nobles afectos.

En todas partes, pues, todo es vida y movimiento. Ni un rincón hay en el infinito que no esté poblado, ni una región que no sea incesantemente recorrida por innumerables legiones de seres radiantes, invisibles a los sentidos groseros de los encarnados, pero cuya contemplación llena de admiración y de la alegría a las almas libres ya de la materia. En todas partes, en fin, hay una dicha relativa para todos los progresos, para todos los deberes bien cumplidos. Cada uno lleva consigo los elementos de su dicha, en proporción a la categoría en que le coloca su grado de adelanto. La dicha radica en las cualidades propias de los individuos, y no en el estado material del centro en que se encuentran. La dicha está, pues, en todas partes donde haya espíritus capaces de ser felices, y no tiene ningún sitio señalado en el Universo. En cualquier lugar en que se encuentren los espíritus puros puede contemplarse la Divina Majestad, porque Dios está en todas partes.

Sin embargo, la dicha no es personal, es decir, tan sólo para uno mismo. Si no procediese más que de nosotros mismos, si no pudiéramos compartirla con otros, sería una dicha egoísta y triste; y de aquí que también consista en la comunión de pensamientos que une a los seres simpáticos. Los espíritus felices, atraídos los unos hacia los otros por la similitud de ideas, gustos y sentimientos, forman amplios grupos o familias homogéneas, en medio de las cuales cada individualidad irradia con sus propias cualidades, y recoge los efluvios serenos y benéficos que dimanan del conjunto, cuyos miembros, tan pronto se separan para desempeñar su misión como se reúnen en un punto del espacio para compartir el resultado de sus trabajos, o alrededor de un espíritu de un rango más elevado para recibir sus advertencias e instrucciones.

Extractos del Libro "El Cielo y el Infierno", por Allan Kardec.


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