La Culpa y el Arrepentimiento
La primera culpa, según nos hablan religiones y filosofías, ya instaurada en la mayoría de nuestros inconscientes, nos la trae La Biblia al hablarnos del pecado original ocurrido en el jardín del Edén al haber comido del fruto prohibido del Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal. Mencionaremos por un momento el "Pan de la Vergüenza" de la tradición hebrea, cuya eliminación es el objeto por el cual se dio La Creación. En el Espiritismo se habla de la migración de los exiliados de Capella, que vinieron a la Tierra, hace miles de años, como consecuencia de haberse quedado retrasados frente a la evolución de su propio mundo. Fueron realmente las razas adámicas que cayeron del Edén bíblico.
Con la evolución moral, el hombre va adquiriendo responsabilidades. La culpa se instaura en su conciencia como mecanismo de alarma frente al quebrantamiento de sus obligaciones sociales adquiridas. Al igual que en el plano físico el dolor nos advierte que algo debe ser atendido urgentemente, en el plano espiritual, la culpa atrae nuestra atención, análogamente, para corregir en el terreno moral nuestras errores cometidos.
Después de siglos de reencarnaciones viviendo experiencias, la responsabilidad crece en nuestro espíritu y adquirimos intuición sobre el bien y el mal, desarrollándose nuestra conciencia para poder detectar las situaciones donde podemos errar moralmente. La culpa aparece como consecuencia directa de ir en contra de nuestra conciencia adquirida. Poco a poco al adquirir nuevas experiencias, iremos desarrollando nuestra responsabilidad y conciencia, donde será la culpa la encargada de avisarnos de los errores cometidos, para que demos pronto los pasos necesarios para su reparación. Esta es la función real de la culpa, al igual que el dolor no es agradable, pero es necesario. Ahora bien, las culpas no reparadas dejan un residuo mental en nuestro inconsciente, como el lodo espeso del fondo de los ríos, aún cuando hemos sido perdonados por los ofendidos, que deberá ser retirado con mucho esfuerzo y trabajo (ver "Evolución en dos mundos" cap. 19)
Desde el inconsciente la culpa actúa separándonos de Dios, nos polariza, divide nuestros centros psíquicos creando diferentes reacciones y desequilibrios en nuestra mente, la cual mediante el orgullo intenta salir airosa de esta incómoda situación. El orgullo es el primer escollo para el arrepentimiento, siendo este último, el único medio para progresar asumiendo sinceramente la culpa. Otro mecanismo de bloqueo de la culpa es el remordimiento, actividad autopunitiva que no busca ninguna salida, simplemente el estancamiento le es suficiente con actividades depresivas. Es consecuencia de la otra cara del orgullo al que podríamos llamar "orgullo negativo". Éste actúa oculto, aparentemente, pero con ansias de mostrarse positivo y radiante en cuando tuviera la más mínima posibilidad de destacar sobre los demás.
Antes el orgullo no nos permitía asumir que nos equivocamos y ahora el orgullo nos hace diferenciarnos del resto, "superarlos" al menos hundiéndonos en actitudes autopunitivas. En el extremo son personas depresivas que intentan recuperar su sentimiento de orgullo a base de hundir a los demás de su alrededor. Intentan mostrar su orgullo siempre que pueden pero al ser incapaces de sentirse bien ellos consigo mismos, terminan buscando su satisfacción hundiendo a todo el mundo alrededor para forzar ese sentimiento de superioridad tan estimado. Pueden tener actitudes maniaco-depresivas con lo que respecta a ellos mismos o bien permanecer constantemente en actitudes depresivas y egoístas.
Tomado del Blog "El Ángel del Bien"
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