El devenir de los Espíritus
por Amalia Domingo SolerEl Espíritu no es un ser abstracto e indefinido que solo puede concebir el pensamiento, sino un ser real que es apreciable en ciertos casos por los sentidos de la vista, del oído y del tacto. No pertenecen perpetuamente al mismo orden, sino que todos se perfeccionan pasando por los diferentes grados de jerarquía Espirita. Este perfeccionamiento se realiza por medio de la reencarnación, impuesta como expiación a unos y como misión a otros.
La vida material es una prueba que deben sufrir repetidas veces hasta que alcanzan la perfección absoluta, una especie de depuratorio del que salen más o menos purificados. Al abandonar el cuerpo, el alma vuelve al mundo de los espíritus, de donde había salido, para tomar una nueva existencia material, después de un espacio de tiempo más o menos prolongado, durante el cual se encuentran en estado de Espíritu errante.
Los espíritus encarnan siempre en la especie humana, y sería erróneo creer que el alma o Espíritu pueda encarnarse en el cuerpo de un animal. El alma era individual antes de la encarnación y continúa siéndolo después de separarse del cuerpo.
A su vuelta del mundo de los espíritus, el alma encuentra en él a todos los que conoció en la Tierra, y todas sus existencias anteriores se presentan a su memoria con el recuerdo de todo el bien y de todo el mal que ha hecho. Los espíritus encarnados pueblan los diferentes globos del Universo. Los espíritus desencarnados no ocupan una región determinada y circunscrita, sino que están en todas partes, en el Espacio y a nuestro lado, viéndonos y codeándose incesantemente con nosotros. Forman una población invisible que se agita a nuestro alrededor.
Los espíritus ejercen en el mundo moral y hasta en el físico una acción incesante; obran sobre la materia y el pensamiento, y constituyen uno de los poderes de la naturaleza, causa eficiente de una multitud de fenómenos inexplicados o mal explicados hasta ahora, y que solo en el Espiritismo encuentran solución racional. Las relaciones de los espíritus con los hombres son constantes, los espíritus buenos nos excitan al bien, nos fortalecen en las pruebas de la vida y nos ayudan a sobrellevarlas con valor y resignación. Los espíritus malos nos excitan al mal y les es placentero vernos sucumbir y equipararnos a ellos.
La moral de los espíritus superiores se resume como la de Cristo en esta máxima evangélica: hacer con los otros lo que quisiéramos que a nosotros se nos hiciese, es decir, hacer el bien y no el mal. En este principio encuentra el hombre la regla universal de conducta para sus más insignificantes acciones.
Todo vive en la Creación sin cesar un segundo de relacionarse cuantos elementos germinan en ella, unos con otros, cual plantas trepadoras, los acontecimientos se enlazan los más pequeños a los más grandes, y todo desempeña su cometido, desde el microscópico infusorio hasta el pontífice de nuestro sistema planetario, el planeta Saturno.
Conceptos Extractados de "La Luz del Porvenir", por Amalia Domingo Soler.