21 de febrero de 2019

El Espiritismo ante la razón

El Espiritismo ante la razón

Por José Almeida Soares

La propia existencia del ser humano, la maravillosa estructura de su organismo, el poder ilimitado de su mente y otros dones, bien comprendidos y analizados, bastarían, por sí mismos, para inducir al hombre a meditar sobre la continuidad de la vida después de la muerte, basado en la certeza de que Dios no ha hecho nada inútil y sin una finalidad, y que la muerte no es la destrucción total del hombre, sino sólo una fase de transición en su larga trayectoria evolutiva.

Comenzamos a pensar en nuestro cuerpo físico. En la maravilla que es, con sus innumerables órganos, tejidos, músculos, nervios, glándulas, válvulas y otras partes, todas ellas funcionando rítmicamente, en perfecta armonía, cada una de ellas ejerciendo su función y que cumplen su tarea, algunas de ellas extremadamente importantes y delicadas y, lo más extraño de todo, sin que nadie las conduzca, como si fueran una gran orquesta que tocara espléndidas sinfonías durante décadas y décadas, sin intervalo y sin maestro.

Se añade a todo esto que todas esas partes del cuerpo son periódicamente sustituidas, sin perder la armonía y la unidad, y sin que la persona -el dueño del cuerpo- tenga la mínima conciencia de esa renovación orgánica, pues su individualidad es inalterable, de lo que se concluye que el ser real está en el alma de la persona y no en su cuerpo material.

Además de ese trabajo extraordinario y silencioso de nuestro organismo, a la que generalmente no prestamos la mínima atención, tenemos varias otras facultades que no dependen de las funciones físico-químicas del cuerpo, como el pensamiento, el raciocinio, la voluntad, la noción del bien y el mal, las emociones, el amor, el odio y otros sentimientos que ningún órgano físico tiene la capacidad de producir, sino que forman parte del ser viviente. Son características de la naturaleza espiritual del hombre.

Se nota también que, a pesar de que todos los seres humanos presentan idéntica estructura anatómica, no hay dos de ellos con la misma individualidad.
Esta diferencia está marcada por la formación espiritual de cada uno - formación que da al ser la noción de su existencia individual, la conciencia del YO.

Se concluye, pues, que el hombre es la fusión de dos naturalezas: la material y la espiritual, el cuerpo y el alma. Cuando llega la muerte, el individuo deja de vivir en este mundo, pudiéndose decir que la muerte es el límite de la vida material después de lo que se reinicia la vida en el mundo espiritual. Lo que se pierde es el cuerpo carnal y no el espíritu individual. Esta es una deducción lógica y racional.

Extractado del Blog O Blog dos Espíritas.
MI COMENTARIO
Una persona que tenga el mínimo criterio tiene que advertir la maravilla que es la naturaleza. Aquello que puede observar por si mismo, no puede confundirlo. La grandiosidad que TODO tiene en el Universo sin dudas tiene una Suprema Inteligencia detrás.
El cuerpo se renueva constantemente porque en realidad no es algo compacto sino la participación de muchas unidades o principios espirituales que están a nuestro servicio para brindarnos, entre muchas cosas, también un cuerpo con inteligencias en sus células, moléculas y órganos.
Todas estas inteligencias pequeñas, en camino a su evolución como seres humanos, están bajo el control de la unidad directriz de ese cuerpo, el espíritu que lo comanda.
Cada cuerpo tendrá una característica propia dada por el espíritu durante su constitución y luego de la concepción. Ovulo y espermatozoide serán los adecuados para generar el cuerpo que el espíritu imprimirá de acuerdo a sus virtudes y sus defectos de anteriores vidas.
No solo su cuerpo, también su psiquis estará sujeta a su historia de vida y le dará las características morales e intelectuales para terminar definiéndose como una persona de virtudes o de falencias.
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