Espíritu - Conciencia - El Más Allá
En muchas personas el estado espiritual se revela lenta y gradualmente, y aunque uno pueda sentir un constante aumento de conocimiento y Conciencia espiritual, puede no haber experimentado un marcado y repentino cambio. Otros han tenido momentos, de lo que es conocido como “iluminación”, en los cuales se creían elevados casi fuera de su estado normal y les parecía pasar a un plano de existencia o de conciencia más avanzados que antes, aunque no pudieran traer a su conciencia un claro recuerdo de lo que habían experimentado mientras se encontraban en ese exaltado estado de la mente.
Entonces, llegado a esa comprensión, un sentimiento de amor le inunda –un amor que abarca a toda la Vida, desde lo más cercano hasta las más lejanas partes del Universo –desde aquello que uno considera como puro y santo, hasta aquello que el mundo conceptúa completamente indigno. Ese sentimiento de propia rectitud que induce a condenar a los demás, desaparece, y el amor, como la luz del Sol, se derrama sobre todo lo que vive, sin tener en cuenta su grado de desenvolvimiento, o bondad.
La partida al “Más Allá”, es el momento que llamamos muerte, se deja tras sí los principios inferiores y sigue adelante a estados que consideramos naturales. Primero deja tras sí el cuerpo físico, que está compuesto de millones de pequeñas células –pequeñas vidas que poseen un rudimento de mente o inteligencia, que están bajo el control de la mente central del hombre, la suma de cuyas pequeñas vidas constituye el cuerpo humano. La fuerza que mantenía unidas las células, cuando se produce el desprendimiento del espíritu del cuerpo y se retira, causa que aquellas queden libres de seguir su propio camino y formar nuevas combinaciones. Cuando el Espíritu deja el cuerpo en el momento de la muerte, lleva consigo el periespíritu, que es la exacta contraparte del cuerpo físico, y también los principios más elevados. Los clarividentes describen el periespíritu, elevándose del cuerpo físico como una nube de vapor tenue y luminosa, que se hace cada vez más tenue hasta llegar a ser invisible, para finalmente después de este proceso, desprenderse completamente, liberando al Espíritu, que pasa entonces a transitar su vida en el Plano espiritual.
Extractado de la Revista Constancia.