Cada Alma Humana es una Proyección del Gran Foco Eterno
Extracto del PrólogoLa evolución material, la destrucción de los organismos y la transformación de la materia, sólo es temporal. Las realidades eternas residen en el Espíritu, sólo él sobrevive a todos los conflictos. Sale grado a grado, desde el principio de la vida para transformarse en genio superior, y esto por sus propios méritos y esfuerzos.
Conquista su porvenir de hora en hora, se desprende cada día más del juego de las pasiones, se libera de las sugestiones, del egoísmo, de la pereza, y del abatimiento, se redime poco a poco de las debilidades, y de su ignorancia, enseñando y ayudando a sus semejantes, a seguir el camino que les llevará hacia su redención espiritual. Este es el papel designado a cada Espíritu, a lo largo de un trayecto de milenarias existencias.
En todos nosotros hay una parte de sombras y otra de luz. Somos la carne con todas sus debilidades y el Espíritu con sus riquezas latentes y sus radiosas esperanzas. Cada alma humana es una proyección del gran foco eterno; pero hemos acumulado a lo largo de nuestras existencias los instintos de la bestia, más o menos reprimidos por el largo trabajo y las duras pruebas que hemos pasado, pero también tenemos la crisálida del ángel, del ser radiante y puro que podemos llegar a ser por medio de la transformación moral, las aspiraciones del corazón y el sacrificio constante del Yo.
Extractado de "Hechos y Obras de una Vida", José Aniorte Alcaraz.