Con el dolor físico y moral, el alma se eleva
Extracto del PrólogoCuando nuevamente nací en este mundo en el año 1.920, mi Espíritu tenía una serie de defectos que con mis buenos propósitos yo debía suprimir, y debo reconocer que después de una vida tan larga, aún tengo en mi bagaje algunos de esos defectos que no he sabido corregir y sintiéndolo mucho tendré que regresar con ellos. Aún así no me considero un fracasado, pero tampoco un vencedor. Pienso que soy un Espíritu serio, fiel a mis compromisos, pues siempre me esfuerzo por cumplirlos; soy como un viejo guerrero que ha participado en muchas batallas, algunas las he ganado y otras las he perdido.
El Espíritu es una partícula de la ciencia divina, proyectada en los mundos materiales. Le ha sido necesario pasar por vías obscuras, revestir varias formas y animar muchísimos organismos, para dejarlos al final de cada existencia. Todos estos cuerpos, siempre de carne, han perecido. El soplo de los siglos ha dispersado su polvo, pero el Espíritu persiste, prosigue su marcha ascendente, recorriendo las variadas estaciones de su viaje, y se dirige hacia un fin grande, siguiendo siempre su destino. ¡Las vidas son cortas y la perfección es extensa!.
La finalidad de la vida no es el bien terreno, y sí, el perfeccionamiento de cada uno de nosotros; esta dicha debemos conseguirla con el trabajo, con el esfuerzo, con la renuncia y con el dolor, este último es el instrumento por excelencia, de la educación y el progreso del Espíritu, sin él se estacionaria en los mundos materializados. Con el dolor físico y moral, el alma se eleva y a medida que ella sube, se le aumenta una suma creciente de saber y de virtud.
Extractado de "Hechos y Obras de una Vida", José Aniorte Alcaraz.