Por qué Educar para la Muerte
por Marina SilvaSegún Allan Kardec, en un artículo de la Revista Espírita (Febrero de 1865), el miedo a la muerte deriva del instinto de conservación que nos fue otorgado por la Providencia divina, y es necesario para el proceso de aprendizaje en la Tierra. Sin embargo, ese temor es menos intenso cuando sabemos que el alma es inmortal, y cuando tenemos conciencia de la importancia de las sucesivas encarnaciones como herramientas evolutivas.
Ese nivel de conciencia sólo puede ser alcanzado a través de la educación: no de la educación religiosa, que prepara al hombre para conquistar el Cielo, sino de la educación para la realidad que, según Herculano Pires, encara el nacimiento y la muerte como fenómenos naturales de la vida, los cuales no deben ser confundidos con desgracia ni castigo, dado que solamente los hombres matan para vengarse o cobrar deudas afectivas. Dios no mata, sino crea. Léon Denis, en su libro El Problema del ser y del destino, afirma que toda muerte es un parto, un renacimiento y que todos nos reuniremos en lo Invisible. Por su parte, Hermínio C. Miranda, en su obra Nuestros hijos son Espíritus, relata un interesante estudio sobre nacimiento y muerte realizado por la doctora Helen Wambach.
Esta psicóloga sometió a varios de sus pacientes a la regresión de la memoria y les hizo preguntas -formuladas previamente- sobre su objeto de estudio. El 90% de sus pacientes relataron que morir es bueno, pero nacer es muy desagradable. Una de las personas le dijo, incluso, que nacer se parece a una tragedia. El resultado de las investigaciones de la doctora Wambach está completamente de acuerdo con las pesquisas de ECM, dado que la mayoría de las personas que se acercan a la muerte relatan que sienten mucha paz, que sus dolores desaparecen y viven una hermosa experiencia; además, manifiestan que les resulta difícil el regreso al cuerpo físico. Algunos, incluso, dicen haber sido orientados en su retorno por algún familiar desencarnado, o por un Espíritu de Luz, pues de haber seguido a su voluntad se hubieran dejado morir con tranquilidad.
Otra conclusión de la psicóloga es que el Espíritu del niño se muestra como un ser adulto, experimentado, consciente, dueño de gran conocimiento y comprometido con sus proyectos de vida, con metas, objetivos y propuestas ya programadas.
Eso confirma las enseñanzas de la Doctrina Espírita y explica la muerte de niños, aclarando que ellos son Espíritus milenarios, tal vez más experimentados que sus padres. Su muerte, supuestamente prematura, forma parte de un programa previo a su reencarnación, que tiene como objetivo tanto su crecimiento espiritual como el de los padres. La muerte de los niños puede tener muchas justificaciones y, a veces, lo que pareciera una injusticia desde el punto de vista humano, constituye una bendición para todos aquellos que están involucrados.
Extractado de la Revista La Idea - Centro Espírita Argentino.