Médiums Escribientes o Psicógrafos
por Allan Kardec.De todos los medios de comunicación, ninguno tan simple como la escritura. Hacia ella deben tender todos los esfuerzos, porque permite establecer con los Espíritus relaciones tan seguidas y tan regulares como las que existen entre nosotros, y además, porque es también por la que los Espíritus revelan mejor su naturaleza y el grado de su perfección o de su inferioridad. Por la facilidad que tienen de expresarse, nos dan a conocer los Espíritus, sin percatarse de ello, sus pensamientos íntimos, y nos ponen en condiciones de juzgarlos y de apreciar su valor.
Por lo que hace referencia al médium, la facultad de escribir es la que resulta más susceptible de desarrollo mediante el ejercicio. En el capítulo en que nos ocupamos de los medios de comunicación, explicamos las diferentes maneras de obtener la escritura, y vimos que la cestita y la planchita no desempeñan otro papel que el de apéndices de la mano: son un porta lápiz más largo y a eso queda reducido todo: el mismo resultado daría colocar el lápiz a un extremo de un bastón. Estos aparatos tienen la ventaja de dar una escritura más caracterizada que la obtenida con la mano, pero tienen el inconveniente de exigir casi siempre la cooperación de otra persona, lo que puede resultar incómodo. Por esta causa recomendamos adoptar con preferencia la escritura inmediata. El procedimiento es de lo más simple: consiste únicamente en tomar un lápiz y un papel y ponerse en actitud de escribir, sin ninguna otra preparación; mas, para obtener resultado, hay que hacer muchas recomendaciones.
Como, en definitiva, se ha de escribir bajo la influencia de un Espíritu, ese Espíritu no se presentará si no se le evoca. Es, pues, necesario, evocarle con el pensamiento, y rogarle, en nombre de Dios, que tenga a bien comunicarse.
Para esto no hay ninguna fórmula sacramental; si alguien pretendiera dar una infalible, podría tachársele, indudablemente, de falsario. El pensamiento es todo: la forma es lo de menos.
Extractos del Libro "Manual Práctico", por Allan Kardec.
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