Evitación de los Resultados del Karma
Dicen algunos al reconocer por vez primera la existencia del karma, que si todo proviene de la actuación de la ley, están irremediablemente esclavizados a su destino. Antes de considerar cómo puede utilizarse la ley para gobernar el destino, conviene el examen de un caso típico en demostración de que la fatalidad y el libre albedrío actúan armónicamente a la par. Llega un ser humano a este mundo con determinado carácter constituido por ordinarias facultades intelectuales y buenas y malas cualidades emotivas; con un cuerpo físico sano y bien formado, aunque no de espléndida índole.
Tales son sus limitaciones claramente señaladas, y al llegar a la plenitud de la vida física se encuentra con un carácter constituido por sus cualidades mentales, emocionales y físicas, del que ha de hacer el mejor uso posible. Habrá alturas mentales que no sea capaz de escalar y conceptos inasequibles a sus facultades. Habrá tentaciones que no pueda resistir y empresas físicas incapaz de realizar. Reconoce que no puede pensar como un genio ni ser hermoso como un Apolo. Se ve encerrado en un circulo incapaz de trasponer por mucho que se esfuerce. Además, no puede evitar ciertas tribulaciones que le afligen y forzosamente ha de sobrellevar. Sucede así porque el ego está limitado por sus pasados pensamientos, sus desperdiciadas ocasiones, sus errores, siniestras tendencias y pasionales deseos. Sin embargo, el ego, el verdadero hombre no está limitado, porque es esencialmente libre. Quien hizo el pasado que aprisiona su presente, puede actuar en su cárcel de modo que en el porvenir manifieste su esencial libertad.
En cuanto conozca que esencialmente es libre, quebrantará las cadenas que le aherrojan y proporcional a la medida de su conocimiento será la ilusividad de sus limitaciones. Pero el hombre ordinario cuyo conocimiento es chispa y no llama, dará el primer paso hacia el libre albedrío, si considera como hechura propia sus limitaciones y se esfuerza en cercenarlas. Cierto es que no puede pensar como un genio; pero puede tener mayor confianza en su capacidad y ejercitarla gradualmente hasta que llegue a ser un genio. Cierto es que no puede domeñar sus insensatas pasiones en un momento, pero sí luchar contra ellas por muchas veces que sucumba, hasta que al fin las venza. Aunque le limiten flaquezas emocionales y físicas, si sus pensamientos son cada vez más puros y armoniosos y sus obras benéficas, renacerá más bellos y eficaces instrumentos en el porvenir.
Siempre es esencialmente libre el ego en su cárcel y puede derribar las vallas que él mismo levantó. Es su propio carcelero y si quiere libertarse se libertará. Si comete una grave falta que le acarrea tribulación es porque pecó en el pasado como pensador y ha de sufrir ahora como actor. Si pierde a un ser amado, no debe afligirse, por que no lo perdió para siempre sino que se mantiene unido a él por el amor y lo recuperará en el porvenir. Entre tanto, debe prestar a otros seres el auxilio que hubiera prestado al desaparecido del mundo físico, a fin de no sembrar semillas que dieran por amargo fruto una pérdida análoga en futuras vidas. Cuando comete una injusticia, sufre las consecuencias, porque la pensó en otro tiempo y ha de sufrirlas pacientemente, y esperar que el día de mañana quedará libre de toda limitación si sus pensamientos son nobles y bienhechores. En medio de las tinieblas aparece un rayo de luz que dice:
«¡Oh! vosotros los que sufrís. Sabed que porque queréis sufrís. Nadie os obliga. La ley que parecía cadenas se ha transmutado en alas que remontan al ego a regiones cuya existencia sin alas sólo podría conjeturar.
Extraído del libro Karma
Tomado del Blog "La Weblog Espírita de Mari"
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