11 de noviembre de 2019

Como Los Paganos tienen a Plutón, los Cristianos tienen a Satanás

El Infierno

Como Los Paganos tienen a Plutón, los Cristianos tienen a Satanás

por Allan Kardec.

Como los paganos, los cristianos tienen su Rey de los infiernos, que es Satanás, con la diferencia que Plutón se limitaba a gobernar el sombrío Imperio que le cupo en suerte, pero no era malo: guardaba allí detenidos a los que habían obrado mal, porque era su misión, pero no se ocupaba en inducir a los hombres al mal para darse el placer de hacerles sufrir, mientras que Satanás busca en todas partes víctimas, que se complace en atormentar por sus legiones de demonios armados de garfios para removerlos en el fuego. Se ha llegado incluso a discutir seriamente sobre la naturaleza de este fuego que quema sin cesar a los condenados, sin consumirles jamás; se ha dicho si era o no un fuego de alquitrán. El infierno cristiano no es, pues, inferior en nada al infierno paganos.

Las mismas consideraciones que movieron a los antiguos a localizar la mansión de la felicidad, hicieron circunscribir también el lugar de los suplicios. Habiendo los hombres colocado la primera en las regiones superiores, era natural colocar la segunda en las regiones inferiores, es decir, en el centro de la Tierra, cuya entrada creían eran algunas cuevas sombrías y de aspecto terrible. También allí los cristianos colocaron, durante largo tiempo, el lugar de los réprobos. Notemos todavía sobre este asunto otra analogía.

El infierno de los paganos contenía, en un lado, los Campos Elíseos, y en el otro, el Tártaro. El Olimpo, mansión de los dioses y de los hombres divinizados, estaba en las regiones superiores. Según el Evangelio, Jesús descendió a los infiernos, es decir, a los lugares bajos, para sacar de allí a las almas justas que esperaban su venida.

Los infiernos no eran, pues, únicamente un lugar de suplicios, lo mismo que los de los paganos estaban en los lugares bajos. Así como el Olimpo, la mansión de los ángeles y de los santos, estaba en las regiones elevadas, la habían colocado más allá del cielo de las estrellas, que se creía era limitado.

Extractos del Libro "El Cielo y el Infierno", por Allan Kardec.

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