Dios y las Religiones
Los Distintos y muy Distintos Dioses
¿Hay muchos dioses? Seguramente no, solo hay uno. Lo que si ha habido es mas de una definición, mas de una apreciación de Dios, por más que Dios sea indefinible e inapreciable. Los hombres han querido en todas las épocas definir a Dios y Dios era para ellos lo que les acomodaba, alternativamente caprichoso, déspota, bueno, malo, indulgente, soberbio: los hombres hacían su Dios. Obraban según su temperamento y su divinidad era un ser ideal que se acomodaba perfectamente a sus pasiones.
En ningún tiempo se han formado los hombres una idea exacta de que podía ser el Ser Supremo. Los salvajes creen que Dios no recompensa mas que el valor y solo castiga la cobardía. Las demás virtudes y los otros defectos son los accesorios de la vida, dependientes de las necesidades del cuerpo humano. Adoran al Sol que les da calor y ruegan al genio del rayo que les perdone. Para ellos la tierra esta bajo la protección de sus seres bienhechores y maléficos que presiden todo acontecimiento feliz o desgraciado.
El mahometano y el judío no adoran al mismo Dios. El primero cree en el Dios que da el placer con todos sus goces a los creyentes que han sabido combatir y morir por su fe: este es el oscuro fanatismo personificado con todo su poder. El segundo no admite más que el Dios de la tradición. La creencia de sus padres está arraigada en su corazón: esta es la credulidad natural y razonada con todas sus exageraciones.
Viene enseguida el cristianismo que ha tenido por patriarca al mayor de todos los Espíritus que han venido a ensalzar sobre la tierra, a Cristo. Su doctrina basada en los principios de moral, cuya sublimidad es incomparable, modifica sensiblemente y aun trastorna las leyes de una nación fanática y oprimida.
Condena el código mosaico en cuanto tiene de bárbaro. Sin embargo, su palabra es tan persuasiva, sus máximas son tan justas que haya acceso en los ignorantes, y turban la tranquilidad de los orgullosos en su soberbia arrogancia. Fue víctima de su aberración y murió mártir de la verdad.
Comprendía al verdadero Dios, pero no podía explicarlo al pueblo por la extremada ignorancia de éste: le pintaba en parábolas simples y que llamasen su atención, y sus discursos solo respiran caridad y amor al prójimo.
Extractos de "Revista La Revelación Año 1872", por Allan Kardec.
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