El Espiritismo y su Historia
Aparece un Pequeño Fenómeno, un Entretenimiento Risible para los Hombres
por Antonio Del EspinoEl clero solo ha aceptado las presentaciones, que diremos santas, y la aparición familiar, las cuales le dieron un filón que explotó a su gusto; tal fue las misas y ex votos.
Llegada la humanidad a poseer un caudal de conocimientos regulares en ciencias exactas y materiales, ha podido deshacer rancias preocupaciones, aspirar a la libertad de pensar y de ahí, que naciera el racionalismo, que es el carácter especial de nuestra época. Basadas todas las ciencias en el experimento, desechado el empirismo, las ideas caducas, inservibles, de la religión católica, se iban a paso de carga; la duda, el escepticismo, el materialismo, en fin, tomaba cartas de naturaleza, por no llenar las aspiraciones del hombre ninguna de las escuelas espiritualistas.
Ante este marasmo, ante tal peligro, aparece un pequeño fenómeno, un entretenimiento risible para los hombres graves; la danza de las mesas. El año 1848 se distingue por la corriente danzante que se estableció en todo el globo, propagándose este entretenimiento de las reuniones donde, en confianza, se trataba de explicar este juego, por la influencia de la corriente magnética que producían todos los cuerpos de los asistentes puestos en relación por sus dedos; circunstancia sine qua non, podía llevarse a Cabo.
Los ligeros, triviales y poco pensadores; se hastiaron de este juego y le arrojaron o abandonaron como arrojan y desprecian al poco tiempo caballos, velocípedos y favoritos manjares. Pero hombres más discretos y pensadores, contemplaron el fenómeno desde mayor altura, y trabajando por robar a la naturaleza uno de sus secretos, la razón de aquel hecho, efecto de aquella causa, vieron con asombro que les entendía, que les hablaba, que tenia voluntad, puesto que ante sus dudas y tanto amor al estudio, bailaba acompasado primero, luego tatareaba algún aire nacional o ejecutaba trozos musicales.
¡Qué alegría, qué placer para estos hombres destinados a realizar tan grande obra; qué dicha, repito, ver que aquella mesa, aquel trípode obedecía a una inteligencia y que contestaba a la insinuación benévola que se le hacía por estos!
Extractos de "Revista La Revelación Año 1872", por Allan Kardec.
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