El Infierno
Cuadro del Infierno Cristiano - Otros Viajeras Espirituales
por Allan Kardec.Otras viajeras espirituales fueron más favorecidas: vieron en el infierno grandes ciudades ardiendo: Babilonia, Nínive y también Roma, sus palacios y sus templos abrasados y todos sus habitantes encadenados. El traficante en su despacho, sacerdotes reunidos con los cortesanos en salones de festines, aullando sobre sus asientos, de los que no podían desasirse, y llevando a sus labios, para apagar su sed, copas de donde salían llamas. Lacayos de rodillas en cloacas hirviendo, los brazos tendidos, y príncipes de cuyas manos caía oro derretido que resbalaba sobre ellos como la lava devoradora. Otros vieron en el infierno llanuras sin fin que labraban y sembraban labriegos hambrientos.
Y como aquellas semillas estériles nada producían en aquellas llanuras regadas con sudor, se comían entre sí. Después, éstos, tan numerosos, tan flacos, tan hambrientos como antes, se dispersaban a bandadas en el horizonte y buscaban en vano y en punto lejano tierras mejores, los cuales eran reemplazados inmediatamente en los campos que abandonaban por otras colonias errantes de condenados. Hay quien vio en el infierno montañas llenas de precipicios, selvas gimiendo, pozos sin agua, fuentes alimentadas con lágrimas, ríos de sangre, torbellinos de nieve en desiertos de hielo, barcas de desesperados bogando por mares sin orillas. Se ha vuelto a ver allí, en una palabra, todo cuanto los paganos vieron: un reflejo lúgubre de la Tierra, una sombra desmedidamente aumentada de sus miserias, sus padecimientos naturales eternizados, y hasta los calabozos, las horcas y los instrumentos de tormento que nuestras propias manos fabricaron.
“Hay allí, en efecto, demonios que, para atormentar mejor los cuerpos de los hombres, toman ellos mismos otros cuerpos. Éstos tienen alas de murciélagos, cuernos, corazas con escamas, patas con uñas corvas, dientes agudos. Nos los enseñan armados de espadas, de garfios, de pinzas, de tenazas candentes, de sierras, de parrillas, de fuelles, de mazas, y haciendo durante la eternidad con carne humana el oficio de cocineros y de carniceros. Los otros, transformados en leones o en víboras enormes, arrastrando sus presas a cavernas solitarias.
Algunos se transforman en cuervos para arrancar los ojos a ciertos culpables, y otros en dragones alados para cargarlos sobre sus lomos y llevarlos, espantados, sangrientos, gritando en los espacios tenebrosos, después dejarlos caer en el estanque de azufre. Aquí, nubes de langostas, de víboras y escorpiones gigantescos, cuya vista eriza, cuyo olor da náuseas, cuyo menor contacto da convulsiones. Allí, monstruos polífagos abriendo por todas partes bocas voraces, sacudiendo sobre sus cabezas disformes cabelleras de áspides, estrujando a los réprobos entre sus mandíbulas, chorreando sangre y vomitándolos molidos, pero vivos, porque son inmortales.
“Aquellos demonios con formas materiales, que recuerdan tan vivamente los dioses del Amenthi y del Tártaro y los ídolos que adoraban los fenicios, moabitas y los demás gentiles vecinos de la Judea. Aquellos demonios no obran al azar, cada uno ejerce sus funciones y su tarea. El daño que hacen en el infierno está en proporción al que inspiraron e hicieron cometer en la Tierra.
[¡Singular castigo, en verdad, aquel que consistiría en poder continuar en mayor escala el mal que hubieren hecho en pequeño en la Tierra! Sería más racional que sufrieran ellos mismos las resultas de aquel mal, en lugar de tener la satisfacción de hacerlo padecer a los demás]
Extractos del Libro "El Cielo y el Infierno", por Allan Kardec.
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