Dios y las Religiones.
Rechazamos al Dios de la Fábula y Adoramos al Dios de la Ciencia
por Antonio Del EspinoDurante los conflictos religiosos que han durado siglos, ¿qué hacia la ciencia? La ciencia, hija del progreso y eterno como la verdad, estaba a la expectativa, acariciando el momento propicio para salir de ese calabozo de creencias, de ideas contradictorias y presentarse. Algunos hombres, alejados de las luchas intestinas, se entregaron a la observación de las ciencias positivas.
Dotados de una inteligencia superior se aplicaron a buscar por la lógica y las matemáticas, la solución de las causas que impulsaban a los hombres, incapaces de resolverlas, a desgarrarse entre sí inhumanamente. Estas soluciones no se han encontrado en un día; ha sido necesario trabajar incesantemente muchos siglos.
Los sabios frecuentemente estaban divididos en sus conclusiones, pero ayudados de la comparación, han dado al fin una solución concreta y lógica. Porque hay hombres sabios que se han dedicado a reasumir los trabajos de sus antecesores. La Geología, la Astronomía, la Física, la Química, en una palabra, el Génesis científico ha llegado por fin a dar a los hombres una creencia perfectamente en relación con las reglas de la razón y del buen sentido, y basada en la equidad y la justicia. Esta es la creencia pura que el Cristo enseñaba y que tan bien practicaba. Ella nos ha hecho conocer un Dios tan grande, tan poderoso, que nosotros, pequeñas criaturas, no nos atrevemos ya a elevar los ojos al cielo por miedo de ser confundidos por su majestad, y solo en nuestro corazón pronunciamos su nombre.
En efecto, el Dios de la ciencia es el creador de todo el universo, es el poderoso arquitecto que ha presidido la formación del incalculable número de mundos que se balancean en el espacio: Él es quien ha arreglado el movimiento uniforme y cadencioso: Él es quien no cesa de dirigir la armonía que reina entre ellos y los hace solidarios: Él es también quien ha presidido y coordinado los menores detalles y particularidades de la naturaleza de cada mundo, de esa naturaleza y que encanta al alma poética, que encamina la sagacidad de los sabios y que arregla la vida de los humanos. En presencia de este Dios, pongamos el del catolicismo; el del protestantismo, el del judaísmo, del mahometanismo, del paganismo, todos los dioses de todas las sectas, de todos los cultos.
El uno es cruel, el otro es déspota; aquel caprichoso, este orgulloso. El poder de aquel se limita a un solo mundo: tiene sus preferencias, sus predilecciones, ministros que suplen su insuficiencia. Aquel no pide más que sacrificios y es mal recibido quien a él llega sin llevarle nada, y sin haber hecho nada personalmente por él. Por último, todos estos dioses reunidos no componen uno perfecto. Nosotros rechazamos al Dios de la fábula y adoramos al Dios de la ciencia y del progreso, al verdadero Dios, a aquel que era adorado por el Cristo.
Extractos de "Revista La Revelación Año 1872", por Allan Kardec.
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