El culto externo fue la base de la religión antigua
por Allan Kardec.Hasta ahora ha sido preciso este culto, para que la creencia del hombre no se debilitase, ya que hasta hoy no ha aparecido, o muy poco, la inteligencia libre; pero en adelante, visto el inconveniente que presenta por tanta innovación y modificaciones, por tanta diatriba y mistificación, ya este culto no sirve, sino para el mayor entorpecimiento de la idea religiosa.
Cuando el hombre no podía, vista la actitud de los representantes de los pueblos, instruirse, ni formar un simple concepto, ni meditar, ni escribir, ni estudiar; en esa azarosa época en que a la inteligencia se la encerraba para que no expresase ni una idea, ni un pensamiento que protestase contra lo establecido; entonces el templo era una ley, si no de Dios, de la tiranía de los hombres, y ante ella tenía que sucumbir por la fuerza en la imbecilidad y en el oscurantismo.
Ahí tenéis desde Moisés el objeto del culto externo.
El templo, para recrear el ánimo ante las imágenes y en la contemplación de sus espaciosas bóvedas, no sirvió más que para embrutecer al hombre ya que no tenía libertad para el raciocinio, porque a la verdad, el hombre, en la funesta época de la tiranía, solamente pensaba lo que unos cuantos pensaban, y se hacía religiosamente lo que la hipocresía de los tiranos inundaba; y de este modo, haciendo el pensamiento de los egoístas y de los tiranos, el hombre nunca meditó nada por si mismo, consideraba al templo como la imagen viva de Dios, siempre colérico y amenazador, investigando su acción, su vida y su movimiento, y con el anatema cerniéndose en su frente; y siempre en su idea de infierno y de llamas, torturas y desesperación, y todo lo mas horroroso y siniestro se convertía, de libre como Dios le hizo, en miserable esclavo.
Esto fue el templo ayer, el templo que quieren que sea hoy, el templo que pretenden sea para toda una eternidad.
Pero, ¡bendito Dios mil veces! En el primer año del presente siglo [habla del siglo XIX] apareció por el Oriente una nubecilla de oro y grana que llevaba, con divina mano escrito, el siguiente lema. «Progreso, civilización, libertad y adelante.»
El pueblo le vio, la humanidad toda adoró con delirio tan consoladora inscripción y por más que los tiranos cerraron sus ojos no queriendo reconocerla, al fin, dígalo la presente época, la han tenido que reconocer a despecho de tanto maquiavelismo.
Estad persuadidos, amigos míos, que el sagrado santuario existe en el corazón, su representación es el alma, cuando al Señor envía sus preces; fuera de ahí no encantararéis más que el ardid y la mentira para seducir al inocente, posesionarse de su espíritu y robarle uno a uno sus mas afectuosos sentimientos hacia el Ser Supremo.
Revista La Revelación Año 1872, por Allan Kardec.