La Palabra y el Hombre
por Allan Kardec.La razón humana en los primitivos tiempos carecía de solidaridad: las más fáciles ideas no se podían expresar con palabras, sino que muchas veces suplían a falta de estas los gustos y contorsiones de músculos y de otras partes del cuerpo. Mas tarde, cuando con la recopilación de palabras pudieron formar un idioma incompleto y bastardo, ya había el hombre alcanzado mucho, o investigando siempre sobre el sentido y significación que pudieran dar a las cosas, acabó de formarse el diccionario, sino escrito, comprendido.
No tardó mucho el hombre en dar más amplitud a las ideas y encontrar con la continuidad de unas y otras palabras, hasta formar un acento armonioso, suave y grato al oído, por lo que, estimulando al gusto, nació una diferencia entre los hombres, que armonizaban a los que bruscamente manifestaban sus ideas, sus sentimientos, sus acciones. A los primeros se les dio el nombre de filósofos, a los segundos el de vulgo o generalidad.
Grecia fue la primera que cultivó este gusto hasta el esmero más culto y refinado. En tiempo de los filósofos, ya tenía las mismas expresiones con que manifestaban los más grandes sentimientos, las mismas con que expresaban la dulzura, la afección, la coquetería, la suavidad y todo aquello que con la palabra tiende a atraer y cautivar los ánimos. La lengua griega era la única que podía contrarrestar por sus adelantos a todas las de su época, porque los Griegos fueron los que buscaron en la palabra y en las voces más variedad, y de esta variedad y de este mágico concierto, resultó naturalmente la expresión más dulce, más bella y de una significación más elocuente que hubieron encontrado los demás pueblos con su distinto idioma. ¡Y cómo no así!
La mitología pagana, que todo lo fundaba en el sentimiento, en el amor, les inspiró la dulzura y esas sensaciones que naciendo del corazón sirven para deificar al Ser Supremo. El paganismo griego se inspiró en Venus, diosa de la hermosura, y sus cánticos de admiración y gloria fueron queriendo conmover las fibras más delicadas y sensibles de esta deidad.
Los griegos que se inspiraron en Marte, cantaron a este dios en el ardimiento del combate, y fue para impulsarles valor y ensancharles el corazón en la pelea. Los griegos que se inspiraron en las Parcas, cantaron tristes y llorosos para que les devolvieran el pedazo de corazón, con el ser querido que les arrebataban, y Júpiter, Saturno y otros, fueron como los anteriores dedicados para conmoverles con la voz con el acento y con la afección mas intima, para alcanzar en las fabulosas deidades la gracia, el amor, la vida, el ardimiento, la nobleza y con la ciencia, el renombre perpetuo para todas las posteridades de la humanidad.
Revista La Revelación Año 1872, por Allan Kardec.