29 de julio de 2019

A un Espíritu le Basta con Pensar en Algo para que esto se Produzca

Acción de los Espíritus sobre los Fluidos

A un Espíritu le Basta con Pensar en Algo para que esto se Produzca

por Allan Kardec.

Los fluidos espirituales, uno de los estados del fluido cósmico universal, son, específicamente, la atmósfera en la que actúan los seres espirituales. Constituyen el medio de donde extraen los elementos sobre los cuales operan. Forman el ámbito en el que ocurren fenómenos especiales, perceptibles a la vista y al oído del espíritu, pero que escapan a los sentidos carnales impresionables sólo por la materia tangible. Ellos forman esa luz peculiar del mundo espiritual, diferente de la luz común por su causa y sus efectos y son, por último, el vehículo del pensamiento, como el aire lo es del sonido.

Los espíritus actúan sobre los fluidos espirituales, pero no los manipulan como los hombres hacen con los gases, sino con la ayuda del pensamiento y la voluntad. El pensamiento y la voluntad son, para los espíritus, lo que la mano es para el hombre. Mediante el pensamiento, imprimen a esos fluidos tal o cual dirección, los unen, combinan o dispersan; forman conjuntos con determinada apariencia, forma o color; cambian las propiedades de los mismos como el químico las de un gas o de otros cuerpos, combinándolos de acuerdo a ciertas leyes. Constituyen el inmenso taller o laboratorio de la vida espiritual. A veces, esas transformaciones son el resultado de una intención, y a menudo producto de un pensamiento inconsciente.

A un espíritu le basta con pensar en algo para que esto se produzca. Por ejemplo: un espíritu se presenta a la vista de un encarnado dotado de vista psíquica, bajo la apariencia que tenía en la época en que éste lo conocía, aun cuando hubiese encarnado muchas veces desde entonces. Se presenta con el traje y otros signos exteriores: enfermedades, cicatrices o miembros amputados que poseía entonces. Un decapitado se presentará sin cabeza. No es que haya conservado tal apariencia, puesto que como espíritu no es cojo, ni manco ni tuerto. Pero su pensamiento, al regresar a la época en que así era, hace que su periespíritu tome instantáneamente tal figura, que abandona una vez que su pensamiento ya no se inmoviliza en aquella idea. Entonces, si una vez fue negro y otra blanco, se presentará con la apariencia que corresponda a la evocación, pensando en esa vida suya que se recuerda.

Extractos del Libro "El Génesis", por Allan Kardec.

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