El Sufrimiento Termina con el Arrepentimiento y la Reparación
por Allan Kardec.Por las relaciones que el hombre puede ahora establecer con los que dejaron la Tierra, tiene no sólo la prueba material de la existencia y de la individualidad del alma, sino que comprende la solidaridad que enlaza a vivos y muertos en este mundo, y los de este mundo con los de otros mundos. Conoce su situación en el mundo de los Espíritus; les sigue en sus migraciones; es testigo de sus alegrías y de sus penas; sabe por qué son felices o desgraciados, y la suerte que le espera a sí mismo según el bien o el mal que hace. Estas relaciones le inician a la vida futura, que puede observar en todas sus fases, en todas sus peripecias; el futuro no es ya una esperanza vaga: es un hecho positivo, una certeza matemática. Entonces la muerte no tiene nada de horroroso, porque es para él la liberación, la puerta de la vida verdadera.
Por el estudio de la situación de los Espíritus, el hombre sabe que la felicidad y la desgracia en la vida espiritual son inherentes al grado de perfección y de imperfección; que cada uno sufre las consecuencias directas y naturales de sus faltas: es decir, que es castigado por donde pecó; que estas consecuencias duran tanto tiempo como la causa que las produjo; que así el culpable sufrirá eternamente si persiste eternamente en el mal, pero que el sufrimiento termina con el arrepentimiento y la reparación; entonces, como depende de cada uno de mejorarse, cada uno puede, en virtud de su libre albedrío, prolongar o abreviar sus sufrimientos, como el enfermo sufre de sus excesos mientras no pone término a ellos.
Si la razón rechaza, como incompatible con la bondad de Dios, la idea de las penas irremisibles, perpetuas y absolutas, a menudo infligidas por una sola falta; los suplicios del infierno que no puede suavizar él más ardiente y sincero arrepentimiento, se inclina ante esta justicia distributiva e imparcial, que le tiene en cuenta todo, jamás cierra la puerta del retorno, y que tiende sin cesar la mano al náufrago, en lugar de rechazarlo en el abismo.
Extractos del Libro "Caracteres de la Revelación Espirita", por Allan Kardec.
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