Visiones
Un Caso de Visión con el Mundo Espiritual
por Allan KardecUn naviero conocido nuestro que vive en París, nos contaba hace pocos días lo siguiente: «En el mes de abril último, estando un poco enfermo, fui de paseo a Las Tullerías con mi socio. Hacía un tiempo hermoso; el Jardín estaba lleno de gente. De repente la muchedumbre desapareció ante mis ojos; yo no sentía más mi cuerpo; fui como transportado y vi claramente un navío entrando en el puerto de El Havre.
Reconocí que era La Clémence (La Clemencia), que esperábamos de las Antillas; vi atracar el navío al muelle, distinguí claramente los mástiles, las velas, los marineros y todos los más minuciosos detalles, como si yo estuviese en el lugar.
Entonces, le dije a mi compañero: «He aquí La Clémence arribando; recibiremos la noticia hoy mismo; su travesía ha sido afortunada.» Al regresar a mi casa me entregaron un despacho telegráfico. Antes de tomar conocimiento del mismo, dije: “Es el anuncio de la llegada de La Clémence que entró en El Havre a las tres horas.” En efecto, el despacho confirmaba esa llegada a la misma hora en que yo lo había visto en Las Tullerías.»
Cuando las visiones tienen por objeto los seres del mundo incorpóreo, se podría con aparente razón atribuirlas a la imaginación y calificarlas de alucinaciones, porque nada puede demostrar su exactitud; es la realidad más material y más positiva la que aparece. Desafiamos a todos los fisiólogos y a todos los filósofos para que los expliquen a través de los sistemas corrientes.
Sólo la Doctrina Espírita puede dar la explicación a través del fenómeno de la emancipación del alma que, escapándose momentáneamente de sus fajas materiales, se transporta hacia fuera de la esfera de la actividad corporal. En este caso no es el navío el que ha venido al encuentro del naviero en Las Tullerías; por lo tanto, es necesario que sea el alma de éste la que ha ido a buscarlo en El Havre.
Extracto de "Revista Espírita 1858", por Allan Kardec.
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