6 de marzo de 2019

La Fe y la Razón

La Fe y la Razón


Dos lumbreras de la inteligencia humana; han pretendido conducir a la humanidad, salvándola de los escollos y reveses de esta vida de dolores y sufrimientos, de expiaciones y de pruebas, al puerto de sus aspiraciones constantes de sus eternos e innumerables destinos: la fe y la razón.

La fe es un sentimiento innato en el hombre: en algunos más desarrollados que en otros, según su mayor o menor perfeccionamiento. Es una fuerza interna que nos mueve a descubrir y a investigar, poniendo en ejercicio nuestra razón, que es la inteligencia en una de sus más perfectas funciones. La fe, para ser fuerte y robusta, es preciso que tenga una base sólida e indestructible, y esta base es la razón. La que se opone a tan perfecta base, porque teme a la reflexión y estudio, y se apoya en el error, perece; pues éste se evapora al calor de la verdad que triunfa siempre de toda impostura.

La fe, jamás debe imponerse a la razón, ni oponerse a la voluntad. Por lo demás, esa fe que teme al estudio de cuanto dice que se ha de creer, cubre con MISTERIOSO VELO cuanto afirma e impone, confiesa cuando menos, su impotencia en demostrar la verdad en que dice se apoya. La fe, es vigorosa, robusta, grande, digna y levantada, porque es la que produce un convencimiento profundo, es la fe del Espiritismo, basada en los hechos y en la razón, y apoyada sobre una base más fuerte y poderosa, que es la justicia infinita y el poder infinito de la Divinidad. Es la fe, que ha sabido sujetar el dolor y la muerte, y hundirlos en el no ser, como negación de la vida eterna e imperecedera del espíritu.

Es la fe que incesantemente promete progreso, amor y felicidad, como premio de acciones buenas y dignas, o procura el arrepentimiento y enmienda si son reprochables, en vez de la eternidad de la pena y del castigo, o de la dicha y recompensa. Esta es la fe que nos guía y guiará siempre; por eso cada día mayor es nuestro número de fervorosos adeptos: nosotros decimos; creed, sí, pero sabed porqué; daos razón de vuestra creencia, y así será indestructible.

Revista La Revelación Año 1872,  Allan Kardec.