Libro "Acción y Reacción" Chico Xavier\André Luiz « parte 22 »
Después de una nueva intervención magnética del mentor, sobre la garganta, el infeliz abrió los párpados y, con los ojos desorbitados, comenzó a gritar:
–¡Socorro! ¡Socorro! ... ¡Soy culpable, culpable! ... ¡No puedo más!... ¡Perdón! ¡Perdón!
Dirigiéndose a Druso, y tomándolo por un magistrado, exclamó: –¡señor juez, señor juez!... ¡Menos mal que, al fin, puedo hablar! ¡Déjeme hablar!...
El dirigente de la Mansión le acarició la atormentada cabeza, y le contestó en tono amigo:
–Diga, diga lo que desee.
El rostro del enfermo se cubrió de lágrimas, demostrando la superexcitación de los sonámbulos que transforman su propia debilidad en energía inesperada, y comenzó a hablar compungidamente:
–¡Soy Antonio Olimpio… el criminal!... Lo contaré todo… Pequé, pequé... por eso es justo... que sufra en el infierno... El fuego tortura mi alma sin consumirla... Es el remordimiento. Lo sé muy bien... Si hubiera sabido lo que me iba a pasar, no habría... cometido la falta... Pero no me pude resistir a la ambición... Después de la muerte de mi padre... me vi obligado..., a repartir nuestra gran hacienda con mis dos hermanos más jóvenes. Clarindo y Leonel... Por tanto, tenía mi cabeza... dominada por ciertos planes... Pretendía convertir la propiedad que yo administraba... en algo muy rentable, pero... el reparto con mis hermanos me estorbaba... Noté que mis hermanos tenían ideas diferentes a las mías... y comencé a maquinar el proyecto que acabé... por ejecutar...
Una crisis de sollozos le embargó la voz, pero Druso, amparándole magnéticamente, insistió:
–Continúe, continúe...
–Creí –continuó el enfermo con acento más firme– que solamente podría ser feliz, aniquilando a mis hermanos y..., cuando el inventario se estaba terminando, les convencí para que salieran a pasear conmigo... en un bote para inspeccionar un gran lago que existía en nuestra propiedad. Antes, les di a beber un licor que les dejaría inconscientes... Calculé el tiempo que la droga necesitaría para hacer un efecto seguro y..., cuando según íbamos conversando... percibiendo en ellos señales de fatiga... con un gesto ya preparado por mí, puse la embarcación en desequilibrio, en un lugar muy bien conocido por mí... en el que las aguas eran profundas... ¡Ah! ¡Qué calamidad inolvidable! ... Aún ahora me parece escuchar sus gritos escalofriantes de horror, implorando socorro... pero, con sus músculos entorpecidos, a los pocos minutos encontraron la muerte... Nadé con la conciencia pesada, pero firme en mis locos propósitos... abordando la playa y pidiendo auxilio. Con actitudes bien estudiadas, describí un imaginario accidente... De esa forma me hice con la hacienda entera, legándola más tarde a mi hijo Luis,... mi único hijo... Fui un hombre rico, tenido por honesto...
Libro Psicografiado, "Acción y Reacción", por Chico Xavier\André Luiz
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