Aislamiento de Cuerpos Pesados
La Mesa que se Eleva Requiere Gran Esfuerzo
por Allan KardecSe ha relatado muchas veces sobre la mesa pesada que se eleva. Esto en verdad ocurrió muchas veces delante de adeptos y sin ningún truco. Por lo tanto, no diremos que hemos visto la mesa dar vueltas en el aire como una pluma; pero tal como se presenta, este hecho no demuestra menos la posibilidad del aislamiento de los cuerpos pesados sin punto de apoyo, por medio de un poder hasta ahora desconocido. Tampoco diremos que sea suficiente extender la mano o hacer un signo cualquiera para que al instante la mesa se mueva y se eleve como por encanto.
Al contrario, en verdad diremos que los primeros movimientos se operaban siempre con una cierta lentitud y que no adquirían sino gradualmente su máximo de intensidad. El erguimiento completo sólo tuvo lugar después de varios movimientos preparatorios que eran como ensayos y una especie de impulso. El poder actuante parecía redoblar sus esfuerzos con el aliento de los asistentes, como un hombre o un caballo que realizase una tarea pesada, y a los que se incita con la voz y con el gesto.
Una vez producido el efecto, todo volvía a la calma y en algunos instantes no se obtenía nada, como si este mismo poder hubiera tenido necesidad de reponer fuerzas. A menudo tendremos ocasión de citar fenómenos de este género, ya sea espontáneos o provocados, y efectuados en proporciones y en circunstancias bien más extraordinarias; pero cuando hayamos sido testigo de los mismos, los relataremos siempre de manera que evite toda interpretación falsa o exagerada.
Si en el hecho relatado más arriba nos hubiésemos contentado con decir que habíamos visto una mesa de 100 kilos levantarse al solo contacto de las manos, seguramente mucha gente habría imaginado que se había levantado hasta el techo y con extrema rapidez. Es así como las cosas más simples se vuelven prodigios de acuerdo a las proporciones que le presta la imaginación.
¡Qué decir cuando los hechos han atravesado los siglos y pasado por boca de los poetas! Si se dijera que la superstición es hija de la realidad, parecería que se quisiese caer en una paradoja y, no obstante, nada es más verdadero; no hay superstición que no repose en un fondo real; todo está en discernir dónde termina una y dónde comienza la otra. El verdadero medio de combatir las supersticiones no es rechazándolas de manera absoluta; en el espíritu de ciertas personas hay ideas que no se desarraigan fácilmente, porque siempre tienen hechos para citar en apoyo a su opinión; por el contrario, hay que mostrar lo que existe de real; entonces, sólo restará la exageración ridícula a la cual el buen sentido hará justicia.
Extracto de "Revista Espírita 1858", por Allan Kardec.
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