Cómo divulgar el Espiritismo
por Quintín López GómezToda empresa humana requiere, para llevarla a cabo con éxito, planearla, primero, bien; vitalizarla, luego, con el verbo de la decisión, y dignificarla, últimamente, con la ejemplaridad.
Se ha dicho en todos los tonos que el Espiritismo es un sistema científico, filosófico y moral, que tiende a conocer todas las leyes de la Naturaleza y a determinar la misión del hombre, dentro de esas leyes, en su eterno vivir.
Por consiguiente, lo primero que se nos impone, es adaptar lo más posible el Espiritismo que intentemos divulgar a las leyes de la Naturaleza.
Este es el aspecto científico del Espiritismo.
“El Espiritismo será científico, o no será”, dijo Kardec, con visión profética; y el tiempo nos ha venido demostrando que el Espiritismo que no ha seguido esa ruta, ha ido decayendo bajo el peso del ridículo a que le condenaba su credulidad bobalicona.
Es, pues, preciso, para que el Espiritismo eche raíces y crezca ufano, que ante todo, y sobre todo, sea científico, y que lo primero a que atiendan sus divulgadores es a contrastar con los postulados de la Ciencia las hipótesis que emitan.
Ciencia y Filosofía no son cosas dispares y antagónicas, sino aspectos de una misma realidad que, yendo acordes, proporcionan una más clara y amplia visión y comprensión del motivo examinado y, yendo discordes, le entenebrecen y desvirtúan. Por lo tanto, es preciso que el Espiritismo a divulgar, entrelace ambos aspectos con el hilo de Ariadna que distinguimos con el nombre de Lógica.
Si la Ciencia y la Filosofía no son dispares entre sí, tampoco lo son con la Moral; antes al contrario: ésta es el ornamento de aquéllas. Luego el Espiritismo que se debe divulgar ha de ser el Espiritismo Científico, Filosófico y Moral.
Y ¿qué es la Ciencia Espírita, la Filosofía Espírita y la Moral Espírita?
Lo que es la Ciencia, la Filosofía y la Moral en general, pero aplicadas a nuestros postulados.
La Ciencia se reduce al cada vez más amplio y depurado conocimiento de las cosas por las leyes que las rigen, de lo que resulta que no es inmutable, aunque sí imperecedera. Nuestra Ciencia, en ninguno de sus policromados aspectos, es la Ciencia de nuestros tatarabuelos en lo actual; pero si es la misma ciencia en lo virtual.
Ellos tuvieron por Ciencia aquello que alcanzaron a determinar con su observación y los medios de que disponían; nosotros tenemos por Ciencia lo que alcanzamos a comprender con nuestra observación y los medios de que disponemos. La fuente es la misma, y los mismos hubieran sido los resultados si no hubiésemos cambiado, mejorándolos, los medios de observación. Pero tampoco nuestra Ciencia es toda la Ciencia ni está exenta de nebulosidades y, consiguientemente, tampoco nuestra verdad es toda la Verdad ni está exenta de errores; de lo que se sigue que nuestra Ciencia – y hablamos ahora de la Ciencia Espírita – apoyada en los postulados de la Ciencia general, no puede ni debe decir: “ésta es la verdad”, sino que puede y debe decir: “ésta es la verdad del presente”.