Velorio y cremación
por Raúl TeixeiraEs tan serio el momento del pasar, de la desencarnación como lo es del nacimiento. De ahí se vuelve necesario que creamos un clima de afectividad, de cariño, en torno de aquel ser que está viajando de vuelta para el mundo espiritual, tanto cuanto creamos un ambiente de cariño, de buena recepción de aquellos seres que llegaran un día a nuestra convivencia, en nuestros hijos, o en hijos de nuestra familia como un todo. Cuando pensamos en el velorio, la condición del desencarnado, que puede ser feliz por ser liberado del cuerpo enfermo. Deficiente, enfermo o que puede estar deprimido por la depresión de la familia o que puede estar rabioso por la forma como ha abandonado el cuerpo, nos cabe hacer el contrapunto.
Al aproximarnos a la urna, del cuerpo, o en la esquina donde nos coloquemos, emitiendo pensamientos saludables, pensamientos de cariño, pidiendo a Dios que avance esa criatura, recientemente desatada del cuerpo, donde quiera que el este. Entonces, surge la cuestión de enterrarlo, o de incinerarlo. Para mucha gente, lo mejor es la sepultura tradicional, los llamados siete palmos. Para otros, mejor la incineración. Hay personas que piden testarudamente que su cuerpo, después de la muerte, sea incinerado y la familia obedece, cumple el ritual. Era el último pedido de la persona. Y vale la pena saber que la incineración debería ser echa un poco después, se espera un poco más de tiempo, para que el espíritu desencarnado tenga tiempo para que se aclimate, se acostumbre a ese estado de desprendimiento definitivo y no sufra tanto con el proceso de incineración.
Es muy común que veinticuatro horas después la criatura desencarnada aun este muy ligada mentalmente al cuerpo que acaba de dejar. Es como si tirásemos una ropa pesada que usamos durante mucho tiempo y, durante algún tiempo, persistimos con la sensación de que aun la cargamos sobre el cuerpo. Imaginemos vivir el tiempo que vivamos en el cuerpo físico… Estamos con la sensación de que cargamos el cuerpo con nosotros. La cremación es una medida higiénica, por excelencia , facilita mucho en el futuro la vida de las comunidades, no obstante, proponen los amigos espirituales que se podría esperar setenta y dos horas, para evitar cualquier choque, cualquier traumatismo sobre el espíritu desencarnado con la reverberación de la incineración sobre su cuerpo.
El mismo raciocinio podríamos usar para el enterramiento tradicional. El espíritu que se haya ligado al cuerpo, mentalmente hablando, psíquicamente hablando, el se siente asfixiarse cuando el ataúd es cerrado y el cuerpo baja a la sepultura. Cuando después de los méritos espirituales, los Benefactores lo liberan antes de esa escena, pero la mayoría de todos nosotros, la media de los espíritus de la tierra no tiene ese merito y, por eso, acostumbran sufrir situaciones desagradables.
En nuestros velorios, respeto. En la incineración, un uso importantísimo, que precisa apenas ser regulado de manera diferente.
Extractado del Blog Luz Espiritual.