Libro "Acción y Reacción" Chico Xavier\André Luiz « parte 27 »
–Padre, ¡perdóneme en nombre de Jesús! Cuando me vi joven y dueña de la gran dote que mi padre me había legado, me avergoncé del ángel maternal que había extendido sobre mí sus blancas alas y, aliándome al hombre vanidoso con quien me casé, ¡La expulsé de nuestra casa!... ¡Oh! ¡Todavía siento el frío de aquella terrible noche! Le lancé frases crueles... para justificar la vileza de mi corazón, ¡la calumnié sin piedad!... Pretendiendo elevarme en el concepto del hombre con quien me había casado, ¡Mentí diciendo que ella no era mi madre! ¡La señalé como una ladrona común que me había robado al nacer!... Recuerdo la mirada de dolor que me lanzó al despedirse... No se quejó ni reaccionó... ¡Sólo me contempló, tristemente, con los ojos hinchados de llanto!...
En ese momento, la dama que la sostenía, acarició sus cabellos desaliñados y trató de confortarla:
–No te excites. Descansa... descansa...
–¡Ah! ¿Qué voz es ésta? –gritó la joven, como si enloqueciese de angustia.
Y, palpando las manos afectuosas que acariciaban su cara, exclamó:
–¡Oh, Padre! ¡Parece que ella se encuentra aquí, junto a mí!...
Y, volviendo hacia lo alto sus ojos apagados y suplicantes, rogaba anegada en llanto:
–¡Oh, Dios mío! ¡No me dejes encontrarla sin que pague antes mi terrible deuda!...
¡Señor, compadécete de mí, de esta pecadora que os ofendió humillando e hiriendo a la amorosa madre que me diste!
Con el auxilio de dos enfermeras, la señora que la sostenía, la situó en la cama portátil y le hizo enmudecer, con gran ternura.
Percibiendo mi emotividad, Silas, después de acomodar a la enferma, me explicó:
–La dama generosa que la recogió en sus brazos, es la madre, que vino al encuentro de su hija.
–¿Qué nos dices? –exclamó Hilario, asombrado.
–Sí, le acompañará cariñosamente sin identificarse, para que la pobre desencarnada no sufra choques emotivos perjudiciales. El traumatismo periespiritual produce mucho tiempo de desequilibrio y de emoción.
–¿Por qué motivo se habrá confesado la enferma, de ese modo? –preguntó mi colega intrigado.
–Es un fenómeno común, –aclaró el asistente– Las facultades mentales de nuestra hermana en sufrimiento, se estancaron en el remordimiento, como consecuencia del máximo delito de su última existencia y, desde el momento en que comenzó a sentir intensamente las reflexiones de la muerte, se entregó de ese modo a tales recuerdos. Habiendo cultivado la fe católica romana se imagina todavía delante del sacerdote, acusándose por la falta que mancilló su vida...
Libro Psicografiado, "Acción y Reacción", por Chico Xavier\André Luiz
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